Unos buenos dientes evitan problemas digestivos. Si no están en buen estado, la masticación será deficiente y, por lo tanto, la digestión peor. Y también hay que tener en cuenta el origen microbiano ya mencionado de las caries y las enfermedades de las encías. Se corre el riesgo de atrapar enfermedades a distancia por la migración de las bacterias. Ojos, pulmones, corazón, riñones y articulaciones pueden resultar afectados por patologías de origen dental.
Por un lado, la estética: una buena sonrisa no debe ser cuestión de edad. Y por otro, el aspecto social y el placer de comunicarse con los demás, al poder hablar con fluidez y articulando correctamente.
Hoy contamos con un arsenal muy grande de tratamientos como el ultrasonido, que controla el temido sarro, hasta los nuevos sistemas de blanqueamientos. Este tipo de tratamiento no es verdad que debilita los dientes, y por un motivo sencillo: el peróxido de carbamida, que es la droga que se usa en exclusiva hace mucho tiempo, no tiene ninguna acción sobre los tejidos duros del diente.
El blanqueamiento no sólo es inocuo, sino que es necesario, ya que limpia en profundidad la superficie de los dientes dejando actuar el flúor que los fortifica.
Otra arma terapéutica importantísima son los implantes dentales, que por suerte se han integrado a la rutina de cualquier consultorio moderno.
El 70% de la población sufre la pérdida de al menos una pieza dentaria, y la forma más rápida, segura y duradera de remplazar un diente es, sin duda, un implante dental. Carece prácticamente de contraindicaciones, no daña el resto de los dientes, y se usa y se siente como propio, no como una prótesis.
La odontología de hoy no es la de ayer. Hoy el consultorio es un lugar más ameno y confortable donde se puede recuperar sin traumas nuestra salud bucal.